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La comida es una acción política. Las implicaciones de lo que significa cultivar, ser poseedor de las semillas y de los campos de cultivo, de quiénes generan los productos para la cosecha, nos hace pensar en la cantidad de agua que gastamos en cada momento del crecimiento de una semilla, por ejemplo el maíz, hasta transformarlos en alimentos y por último disponerlos para ser ingeridos.

 

Esto es lo que se denomina la huella hídrica que acompaña cualquier producto y que en el caso de los cultivos extensivos agrícolas, se convierten en competidores de nuestra propia necesidad de consumo de agua y de nuestra naturaleza hídrica. El cultivo extensivo, con la añoranza de productividad, pone en riesgo nuestra vitalidad dependiente del agua, dejando a su paso vastos campos desérticos, desequilibrando los ciclos naturales de los ecosistemas. 

DEL CAMPO ÁRIDO BROTA UNA GOTA DE AGUA 

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